martes, 21 de junio de 2011

El Moribundo de la Clínica 20


Sabía que se iba a morir, pues estaba en el tercer piso; él como ya conocía desde antes la clínica 20, se había hecho a la idea que el tercer piso, era el piso de los desahuciados. Yo era el único enfermero varón, y él prefería que yo lo asistiera. No tenía familia cerca y nadie lo visitaba, su amigo que lo trajo no quiso; o ya no pudo acompañarlo. Y siempre que me tocó el turno, le daba gusto verme.

Acababa de graduarme de la escuela de enfermería, y Tony —diré que se llamaba Tony, por motivos de privacidad— fue uno de mis primeros encargos como enfermero titulado. La mayoría de los pacientes terminales pueden ser muy deprimidos, algo que no era el caso con Tony; a la mejor por eso siempre lo voy a recordar con mucho cariño; además, de lo que por enseguida explico.

Con todo y esto —saber de que ya tenía sus días contados— aun así, siempre traía una sonrisa entre sus labios y me decía: —sonríe; para que nos hagas más curada nuestro vuelo; a mí y a los que están como yo.

Yo sabía bien a lo que se refería; pero esto es algo —que nosotros— no debemos hablar con los pacientes, por fin no aguante más y le dije: —si de veras, ¿hay algo que pueda hacer por ti, como llamarle a un familiar, una novia, un amigo, no sé, tú dime?

Por su puesto, no tenía autorización para que yo le hablara así a uno de los pacientes; pero Tony —ya me había ganado— y fue esta mi manera de responder a la amistad, que ya era un intercambio afectivo —mutuo— de muy buena vibra.

Y esto fue lo que Tony me pidió:

—Cuando muera quiero que seas tú; él que le avise a mi familia, en mis papeles viene el teléfono de mis familiares y sus datos, mi mamá se llama Luisa y mi papá José.

«Busca mi ropa, y de mi pantalón —que debe estar por aquí— toma mi reloj y mi celular. Mi cartera esta vacía, pero si quieres te puedes quedar con ella. Regalos para ti que eres bien curada.

—Tony ¿Cómo crees? ¿Qué van a decir aquí en la clínica?

—No te preocupes, todavía hay tiempo, si te dicen algo les diré que yo insistí.

A los pocos días, Tony, murió… Para eso ya les había comunicado al doctor y al equipo administrativo que quería que yo avisara a sus familiares. Al llamarles, no podía entenderlo, cuando la señora Luisa me dijo con mucho dolor y mucha pena; pero ya con algo de alivio:

—Sí, ya estamos enterados. Gracias por haber atendido muy bien a mi muchacho; nos habló maravillas de ti. Y sabemos que te regaló, su reloj, su celular y su cartera. Nos llamó cuando por fin sintió la muerte.

Yo me quedé atontado, es que Tony tenía más de un mes sin poder moverse de la cama y en la clínica no hay teléfonos para los pacientes del tercer piso, ni mucho menos para los que ya están moribundos y con los parientes alejados.

Y su celular sin crédito y sin carga, este asunto; sí, que me ha ganado.

—Enfermero de la clínica 20 en Tijuana—



 
"No tenía autorización para entrar en confianza con los pacientes; pero Tony me hizo su amigo y decidí hacer a un lado las reglas, para ayudarlo. Fue esta mi forma de responder a la amistad, de la que él mismo me otorgó." 



Dato que se me hace oportuno señalar aquí: En México el 6 de enero, aparte de ser el día de los reyes magos, también es la fecha en la que se rinde un homenaje a la labor, vocación y servicio de los llamados ángeles blancos en pro de nuestra salud; las enfermeras y enfermeros de nuestro país —Y aunque hoy no es 6 de enero— nuestros respetos para todas ellas y todos ellos.

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